POR: Guillermo Ward Gómez
Discurso de Incorporación a la Academia Chilena de Bellas Artes
Iquique, Palacio
Astoreca 20 de octubre 2017
“Cuenta la historia que marca el tiempo, que
entre la pampa y el mar recorría el desierto un hombre alto, delgado, con el
pelo blanco al viento. Tenía casi 100 años, le faltaba una pierna que remplazaba
por una pata de palo, que día a día él mismo reparaba para que no crujiera, ni
le dañara. Dicen que era un artista, que hablaba de poesía, que recitaba largas
historias, que dramatizaba, que pintaba y hacia letreros, paisajes y telones.
Dicen que también era titiritero…”
Quise tomar este tema “Cien años de vida de un
actor pampino” por lo que encierra y transporta la frase a la imaginación. Como
frase, nos conduce a la interrogante ¿quién
será el actor pampino?, reconociendo acá en el norte a tantos actores del
buen tiempo de la rememora época del salitre. Cuna también del teatro
social, del sainete con contenido, del
entretenimiento en las filarmónicas de comienzos del siglo 20. Además
también, por las razones que se
desprenden de la misma frase. La primera, sobre los “Cien años”, un buen periodo de tiempo, un siglo de vida
con muchos recuerdos. Solo recordar que Gardel ya nos plantea “que
veinte años no es nada, que febril la mirada,
errante en las sombras, te busca y te nombra” y nuestra Violeta Parra escribe y canta
que el “Volver a los diecisiete después de vivir un siglo
es como descifrar signos sin ser sabio competente.” Entonces inspirado en estos iconos de
la música latinoamericana, por un lado en
las letras del canto de Gardel, está la
búsqueda, el encuentro con lo amado y por otro está el descifrar los códigos del tiempo ya pasado.
Como lo dice la folclorista, mirar desde otra óptica, desde un nuevo empezar,
sin ser un especialista en criptología, más bien desde la cotidianidad de la
vida, la misma esencia del ser humano. Por
eso como segunda razón he decido “retomar” la vida, pasión y muerte de un
saltimbanqui, de don Guillermo “Willy Zegarra” Figueroa, la cual ya registré el
año 2006 en un libro con título homónimo, recopilando gran parte de su producción
poética y literaria, donde fui además hilvanando
su vida contada a retazos en los medios de comunicación, entrevistas y
artículos de distintos historiadores y teatristas como Pedro Bravo-Elizondo,
Sergio González Miranda, Guillermo Jorquera Morales e Iván Vera-Pinto Soto y
por las circunstancia de su vida transcurrida en los entretechos de un
escenario, narradas por quienes para él fueron sus amigos directos y cercanos,
en realidad por sus amigas protectoras, jóvenes actrices iquiqueñas que lo
apadrinaron en los años 90 en el Teatro Expresión,
en esa histórica sala de Los Veteranos del 79.
Ya sabemos entonces
quién será el protagonista, que mientras transcurra la presentación iremos
conociendo la metamorfosis social de un artista, la conformación de su
identidad desde lo psicológico, a la autoconstrucción del personaje popular,
hasta la conversión sintética en icono del teatro pampino, a través de 100 años de vida activa, que solo
Nicanor Parra lo ha superado.
Las personas
ligadas al ámbito cultural iquiqueño han conocido de su vida siempre contada desde
su propia boca, en primera persona, narrada
en diversas entrevistas escritas, en diarios, libros, o en los audiovisuales de Marcos Luza, Jaime
González Palleras o fotográficos de Pereira y Daza.
“Nací en 1906 en la oficina Humberstone como se llama ahora,
en aquellos tiempo se llamaba La Palma” le dice al periodista Edgardo Barria en una
entrevista que le hace el año 2000 en el semanario “Tarapacarte”(N°2). Luego en otra entrevista a la periodista
Tania Sagredo del Diario La Estrella de Iquique le cuenta, “mi padre era negligente y bueno para el
trago y en esa época el Registro Civil dejaba pasar semanas sin ir a las
oficinas salitreras para inscribir a los niños, por eso en todos los papeles
aparezco nacido el 1912.” Otra de las situaciones peculiares tiene
relación con su apellido que en algunos documentos escribía Zegarra con “C”, en otros con “S” y otros con “Z”. Al consultarle sobre este tema, me respondió
riéndose, “en los apellidos no hay falta
de ortografía, da lo mismo, nunca me he preocupado de eso.” Que simpleza y desinterés
en contraposición a como se trata este tema hoy, donde una letra más o menos en un apellido o
escrito de manera equivocada tiene estrecha
relación con la identidad y la pertenencia familiar, con las herencias y el
patrimonio.
Será por eso
que el sociólogo Bernardo Guerrero en su libro “Del Chumbeque a la Zofri” hace referencia al vivir sin reglas de este
actor pampino: “A don Willy le da por
reírse de la vida. A los 94 años contrajo matrimonio sin decir “agua va” y agrega “Él es un comediante por definición”. También Guerrero haciendo referencia a los
reconocimientos y a su situación económica, dice: “Debe tener tantos diplomas y galvanos que se podría construir con
ellos la casa que no tiene. Si cada uno de ellos fuera un billete don Willy no
viviría de allegado. Los aplausos son su alimento. Su corazón es una inmensa
sala de teatro llena de gente donde cada noche los pampinos bromean con la
vida”
Rodrigo Bazaes Nieto, conocido Director de Arte, Cine y Teatro de
nuestro país en el prólogo de “Vida, pasión y muerte de un
saltimbanqui”, dice que “intentar retratar a un ser humano es difícil…”,
“La tarea se dificulta aún más cuando ponemos la mirada sobre una figura que se
vuelve patrimonial, es decir un personaje público, y por qué no decirlo,
también simbólico...”, “En resumidas cuentas, hábil en hacer de vez en cuando
de su propia vida una puesta en escena.”
Por otra parte Guillermo Jorquera, teatrista iquiqueño
escribe para el lanzamiento del libro en una Carta Abierta a Willy Zegarra: “quiero decirte, y a modo de tirón de
orejas, que nos tuviste engañados, nos hiciste creer que tu vida era un tango,
que eras un hombre que tenía la virtud de convertir en escenario toda
superficie que pisabas y todos nos creímos el cuento, incluso te convertiste en
un mito en vida. El mito del teatro pampino, el mito del estandarte de las
tunas, estudiantinas y carnavales, el mito del hombre de la primera fila, el
mito del hombre de alma, corazón y risa de tony, de payaso.”
El diseñador gráfico antofagastino Francisco Téllez Pizarro
-hijo del fallecido director del Museo Regional de Iquique-, en sus visitas a
la ciudad se fue entusiasmando y comprometiéndose con el proyecto de rescate de
la memoria popular de Willy Zegarra y nos cuenta que “lo conocía por las fotos, por lo que había hecho...”, “Me lo imaginaba
por partes, cuando pintaba sus zapatos, cuando desfilaba, me lo imaginaba por
pedazos y el dibujo unió todo eso y ahí apareció recién don Willy para mí. Patricio (el caricaturista) le capturó la
esencia y con este concepto trabajé, con la esencia y la esencia trasciende más
allá de la imagen y de una anécdota.” Y corrobora Patricio Muñoz Escribas,
caricaturista “Él es un antihéroe.
Estamos acostumbrados a los héroes como Superman, el Hombre Araña, otros, pero
él es un antihéroe, tiene una fisonomía no acorde con la función de héroe, pero
tenía algo de encanto, esa humita gigante, el estandarte, su pata de palo que
él mismo se construye. Si uno lo encontraba en las Tunas, en la calle, era
siempre el mismo, era un personaje todo el tiempo.”
Así de estos
esbozos y distintas perspectivas de su vida con entrevistas y crónicas
publicadas en la prensa local, zurciendo y remendando el paño de la memoria
iquiqueña fuimos construyendo su identidad en 100 años de existencia. Sabemos
también que se va de Chile el año 1973 con una familia a vivir a Caracas donde
trabaja como auxiliar en una sala de teatro. Allí está un buen tiempo para regresar a vivir
a Santiago en el campo de la entretención de feria, instalándose con un
carrusel infantil actividad que ya había iniciado en los años 50 habiendo
recorrido Chile con su emprendimiento. En el año 1982 vuelve a Iquique, ya tenía 76 años de edad, la comunidad iquiqueña lo redescubre como
teatrista pampino. Muy poco o casi nada se sabía de él, se da
cuenta y comienza su proceso de integración, a estar presente en todos los
eventos, a mostrar sus dotes histriónicos y su repertorio del ayer. Pero el teatro que él dejó ya no era el mismo
de comienzos de siglo, había cambiado y mucho, otra estética, otros contenidos,
gente joven. Estaba desfasado generacionalmente. Entonces el mismo como su
mejor productor y encargado de marketing empezó a posicionarse en el territorio.
Sabía que había dejado una huella que
debía revivir, su ego estaba latente,
reprimido y a eso se dedicó durante el resto de su vida, portando un grueso álbum
de fotos y recuerdos acompañado de una lúcida memoria que maravillaba.
En este auto
rescate empezó a contarnos que: Fue hijo de Matilde Figueroa y de Mariano
Cegarra.
Su padre había nacido en la quebrada de Tarapacá siendo hijo de un inmigrante
español y que su madre procedía de Concepción.
Después vivió en las oficinas Paccha, Jazpampa, La Patria.
Posteriormente su familia se trasladó a Pisagua, donde gozaron de prosperidad,
pues su padre fue panificador. Sin embargo era jugador perdiendo la panadería.
Luego el clan se trasladó a la oficina
Santa Catalina, para en 1915 radicarse
en Iquique, donde se fueron a vivir al barrio El Morro. Ingresó a la Escuela Publica Nº 5, después al Liceo de Hombres y al Colegio Don
Bosco. Su paso por la escuela no fue
exitoso, dado que era catalogado como mal alumno debido a su excesivo interés
por los trabajos manuales y el teatro, que lo llevaron a inventar los famosos diarios
murales.
Cuenta: “Llegué a Iquique en 1915 a fines de año y la
primera gran impresión que tuve fue con el Teatro Municipal. Llegamos a vivir
al barrio El Morro y nos invitan al Municipal -en las salitreras no se conocían
los teatros, solamente había en algunos pueblos como en Santa Catalina-, fuimos
a balcón creo, porque yo miraba hacia arriba y miraba hacia abajo, yo no sabía dónde
estaba. Quedé totalmente maravillado con el edificio”. Asegura que su entrada al mundo artístico
fue en Iquique en 1920, cuando fue invitado a participar en una obra, cuyo
elenco integraban estudiantes del Colegio Don Bosco y del Instituto Comercial.
“Cuando me retiré del Colegio Don Bosco en 1929, comencé a
trabajar con los grupos de aficionados, que habían muchos en ese tiempo como el
“Ateneo Obrero”, “Carlos Cariola”, “Nicanor de la Sotta” entre otros, que
llevaban nombres de los pioneros del Teatro Chileno, pero los que más
trabajaban continuamente porque tenían local eran: el “Ateneo Obrero” que
pertenecía al Partido Comunista, el cual dirigía Ernesto Grendy y el otro
teatro era él de la FOCH (Federación Obrera de Chile) que estaba a cargo de
Eulogio Larraín Ríos, donde todos los sábados actuaban. Yo trabajé en los dos
grupos y en otros. Muchas veces tuve que hacer de solista, porque era militar
del Regimiento Carampangue
y no tenía tiempo para ensayar todos los días, así que comencé a destacarme como
humorista.”
“Estuve contratado cinco años en el Regimiento y me retiré
precisamente por el teatro, porque trabajaba mucho en Iquique y era muy
solicitado como humorista y como actor. Hacíamos parodias y monólogos largos,
no como ahora donde hay muchos humoristas que no saben nada más que contar
chistes.”
Reconoce que en
una entrevista faltó a la verdad por razones de la contingencia social que
existía en el país, “dije que el teatro
se había organizado en las salitreras y en Iquique a raíz de numerosas Compañías
que llegaban continuamente. Pero la verdad del caso, el Teatro lo organizaron
en Iquique y en las salitreras, dos políticos, un señor Recabarren
y un señor Laferte, pero hicieron Teatro Revolucionario. Yo creo que de ahí es
que las autoridades siempre le han tenido cierta ojeriza al teatro.”
En otra entrevista recuerda con
nostalgia el período salitrero, aunque se adelanta a contestar, que él no
trabajó en Compañías cuyas obras se relacionaban con el comunismo: “Habían grupos que tenían un mensaje más
revolucionario, donde estaba Elías Laferte. Lo que yo hacía era diferente…” Afirma
Vera-Pinto “Lo cierto que las practicas teatrales de Zegarra y Paoletti, en la
década de los 30, no se encaminaron por una propuesta reivindicativa, a
diferencia de los conjuntos “Luz y Progreso”, “Agrupación de Rafael Frontaura”
y “Redención Cultural.” Estas instituciones abiertamente combinaron temáticas
sociales, políticas, juguetes cómicos y actos de variedades, dirigidos a sus asociados,
simpatizantes y trabajadores en general. A pesar de ello, Zegarra y Paoletti,
cumplieron como comediantes un importante rol de entretenimiento para los
trabajadores de las oficinas salitreras y público iquiqueño.”
Sobre este tema
Pedro Bravo-Elizondo comenta: “…Willy jamás habló de postura política,
pues su trabajo, sus creaciones literarias, nos muestran a un hombre preocupado
por el prójimo, por el goce de la vida”. “Un artista de la altura de Willy, de
una época en que el libre pensamiento era la norma, no precisaba agruparse a un
partido. Él era entero.”
En un inserto
en el diario El Tarapacá de mayo del año 1933 podemos constatar que don Willy
ya tenía cierto reconocimiento en la ciudad como artista, en él se informa de un espectáculo
teatral “y un novedoso fin de fiesta dirigido por el conocido, popular y regalón
del público, Willy Zegarra.” En otra nota en el mismo diario del año 1934
se publica sobre un “acto que se
efectuará en el Teatro Municipal con motivo de la despedida del famoso actor
iquiqueño Guillermo Zegarra, quien se marcha al sur para integrarse al teatro
de la Capital.”
Efectivamente se
fue a Santiago, integrándose a la Compañía de Comedias dirigida por Juan
Ibarra, pionero del Teatro Chileno y el folclorista Víctor Acosta. Ambos que
habían formado una empresa lo contratan
para una gira desde Arica hasta Castro.
Comenta sobre esta experiencia: “Estuve
tres años trabajando en esa Compañía, mucha prensa bonita, muchos aplausos del
público pero el dinero era muy poco. La empresa quedó endeudada con hoteles y
al no tener para pagar estos servicios menos iba a tener para pagarnos a
nosotros. Pero yo estaba joven y no tenía grandes obligaciones, paseé por todo
Chile durante tres años y cuando llegamos a Iquique en la tercera gira, ya no
seguí más.” “Estábamos en la época en que recién había
entrado el Cine Sonoro. Entonces teníamos teatro, pero no había espacio para
hacerlo, teníamos a veces que pagarle las películas al dueño del teatro y sobre
eso darle un porcentaje de lo que la Compañía hiciera. Llegue acá, a Iquique y
en vista de aquello y otros líos personales que tenía, me quedé, donde trabajé
en la Radio Esmeralda, haciendo lo que hacía mejor, parodias.”
Explica Bravo-Elizondo
que, “Este ir y venir se justifica
plenamente, pues todo artista es trashumante. En este período es cuando recibe
una llamada telefónica de la Oficina Bellavista, del Jefe de Bienestar Elías Fierro Latapiat, para que dirija un conjunto artístico. Su
contrato era por dos meses. Se quedó por diez años. El grupo se llamó “Osmán
Pérez Freire” en homenaje al afamado compositor.”
Pero Zegarra tenía
un solo propósito en su mente: “en dos
meses de trabajo junto platita pal pasaje y me voy pa Santiago, o sea dejo la
pampa”
porque “A pesar de ser pampino, a mí no me gustaba la Pampa. Fui con la
intención de juntar dinero para el pasaje y volver a Santiago en dos meses más,
pero estuve diez años dirigiendo el Teatro Obrero en varias Oficinas: en Bellavista, en la Oficina Chile
y después en la Oficina Victoria. Me
había acostumbrado a vivir en Iquique. Nací en la pampa pero llegué muy joven a
esta ciudad y aquí me crié. Siempre me he preguntado cómo podía vivir la gente acá, en
este desierto.”Comentó
en una entrevista a Claudia Fernández de Eco Pampino. Son estas paradojas
de la vida que un refrán popular bien las retrata, “En casa de herrero cuchillo
de palo”, que posteriormente Willy desde
su retorno a Iquique, luego de 35 años de ausencia, revierte con la ingenuidad y la transparencia
de la tercera edad, para posicionarse en
el territorio como el Estandarte de las Estudiantinas e icono del Teatro Pampino.
"Yo no
venía a Iquique, iba a Santiago a dejar unos encargos, pero un día en la mañana
escucho por la radio que el Grupo de Teatro de la Universidad necesitaba
actores y me fui a meter de puro intruso y aquí estoy, voy a cumplir 20 años haciendo
de todo: utilería, escenografía, escribo, actúo y hago hasta la propaganda.” Dijo
en una entrevista el año 2003.
Luego del fallecimiento en enero del 2006, Cecilia Lagos,
Jefa Departamento Social de la UNAP reflexiona:
"He conocido a Willy Zegarra desde el primer día que llegó a la Universidad
en el año 1983. Fue nuestro Rector quien le abrió las puertas y se le contrató
para que cuidara la Sala Teatro Veteranos del 79, al mismo tiempo se le facilitó
ese espacio para que pudiera vivir allí, pero después con el tiempo y
crecimiento de la Universidad tuvo que salir. Para ese entonces él ya tenía una
vivienda propia. Era un poco desordenado
con sus bienes, demasiado humanitario. Primero eran las otras personas antes
que él. A todo el mundo ayudaba. Su sueldo no era mucho, pero tampoco mínimo y
lo repartía en tantas personas. Así se fue haciendo de compromisos, ayudaba a
unos, ayudaba a otros. Su renta la multiplicaba y él se quedaba con lo mínimo
para vivir y alimentarse."
Pamela
Naranjo, otra funcionaria de la Universidad como Asistente Social nos corrobora
como vivía después de perder su departamento por una astuta maniobra mal
intencionada de los mismos que el protegía, volviendo a vivir a un lugar
cercano a la Sala Teatro donde estaba esa buhardilla sobre el escenario que había
sido su hogar y que echaba de menos: "vivía en una piececita a la entrada de la casa junto a “su” señora, una
anciana octogenaria con serios problemas de salud mental. La situación de pobreza más extrema de una
"toma" es poca en relación a la imagen que encontré. Llena de ropa
sucia, harapos, restos de comida, llena de cajas, cosas inservibles. Todo se
hacía ahí mismo, peor aún en el último tiempo, cuando no controlaba esfínteres. Era muy
caótico.”
Pero cuando un actor ha
dedicado su vida a la representación, creando distintos personajes, se nos hace
difícil saber quién es realmente en su intimidad, en lo cotidiano. Qué hay
debajo del disfraz nos preguntamos. Sin embargo las máscaras son parte del
juego de las relaciones humanas que toda persona usa en diversas ocasiones: para
protegerse, para darse valor, para ocultarse también.
Muchas de las historias que
contaba don Willy de su vida se repitieron siempre, como un libreto bien
estudiado. Su permanente estampa de actor le permitía andar con una cartita
bajo la manga: poesías para recitar en cualquier momento, anécdotas de su vida
para contar ante los micrófonos, incluso una biografía aprendida y contada sin
errores, sin dar la posibilidad de adentrarse más allá de lo que el personaje permitía.
La psicóloga Genoveva Gómez, fue
más allá como Perito Forense del Servicio Médico Legal de Iquique, hizo un perfil
psicológico pos morten en base a datos y antecedentes que terceros aportaron,
explicando así su personalidad y sus propias consecuencias:
“Los
opuestos definen la trama. Tanta parafernalia en contraposición a tamaño
abandono. La dialéctica de su vida se entiende desde esta óptica, la de la
ambivalencia, la escisión, lo magnánimo y lo devaluado, los objetos parciales y
la disociación maniaca, la no aceptación de la norma en sí, -más bien la norma
desmentida- la ausencia de identificaciones sólidas y de relaciones totales, el
temor al abandono y las ansiedades depresivas. Se diseña entonces una
autoimagen en constante construcción.
Es
un hombre que necesitaba ser reconocido por otros, sin importar profundamente
lo que esos otros pensaran de él. Esta ambivalencia y la grandiosidad propia de un lactante hacia la figura
nutriente se refleja en su propia idealización y en la necesidad de rodearse de
féminas que cumplieran ese rol. La desmentida de los obstáculos de la vida, de
aquellos que le generara conflicto y lo expusiera a ese otro Willy, el
personaje desvalido, sin vínculos sólidos. Lo lleva a instrumentalizar el lenguaje y la actuación como forma de
impactar, de proyectar en otros esta imagen narcisista, de forma grandiosa, de
fondo vulnerable. A pesar aún de contar
siempre las mismas historias, mantenía así a todos alerta y en él la expresión
no sólo encandila, también cumple la función de encadenarlo al mundo, para mantener
la cohesión de su self, del sí mismo.
Don
Guillermo Zegarra entregaba desmedidamente con el doble fin, ocultar la
fragilidad del yo tras las floridas historias de sí mismo, y buscaba
desesperadamente -sacrificando la profundidad- las relaciones extensivas. Era
su misma personalidad dividida, poco consistente, lo que determinaría que las
relaciones interpersonales en su longeva vida tuvieran esa misma cualidad, que
confluyó en un fin tan solo y de tan doloroso abandono. No podía ser de otra
manera”, terminó
diciendo la profesional.
Efectivamente son estos cien años de vida de un actor pampino
lo que ha permitido también conocernos como artistas, proyectar nuestros éxitos,
fracasos y los cambios que van mutando la plenitud de la juventud a la vejez. Son
las condiciones paupérrimas en que viven los artistas chilenos cuando vamos
llegando a viejo, las AFP, la soledad y las enfermedades que deterioran
el cuerpo y la mente, van influyendo también a que la memoria colectiva nos
olvide. Estas fueron las razones fundamentales que me motivaron para escribir
hace 10 años un libro sobre este hombre, tantas veces homenajeado, tantas veces
entrevistado, tantas veces fotografiado, grabado y filmado por ser el ícono del
teatro pampino, que hoy en una asamblea pública vuelvo a poner en el tapete
para la reflexión, cerrando con la frase que respondió a una periodista al consultarle
cuál sería su último deseo: “Me gustaría
pedirle a Dios una goma gigante para borrar todas las fronteras de los países e
impedir que haya violencia en el mundo. Yo soy el pacifista número uno y nunca
he tolerado la prepotencia.” ¡¡Por siempre Willy Zegarra con C, S o Z!!
Referencias:
14 “Creo que viviré más de cien años”, Claudia
Fernández. Eco Pampino 17, Enero 2003. Internet.
“Tres décadas de teatro y un sainete”, Guillermo Ward,
Ediciones Campus, 1996.
La trayectoria de Luis Emilio Recabarren (1876-1924)
como líder político de las clases obreras, muestra el surgimiento y formación
de movimientos sociales de reivindicación de derechos en el contexto de
principios del siglo XX en Chile. Refleja además la reacción de la clase
política de la época y la realidad de la vida los obreros de nuestro país en estos
tiempos.
Diario
La Estrella de Iquique, 30-04-2004.
32 “El teatro siempre me ha dado satisfacciones”, Tania
Sagredo. Diario La Estrella de Iquique, 22-06-1999.