sábado, marzo 28, 2020

IRIS, MAESTRA, COLEGA, IDOLA


Cuando llega el momento de valorar la vida, en especial cuando hay que despedir a las personas que han vivido y disfrutado de ella casi un siglo,  uno empieza a recordar cómo ha sido la interrelación con uno, cómo nos encontramos en la línea del tiempo, caminamos o no juntos en ciertos propósitos, proyectos, trabajos… en resumen buscamos lo positivo, lo que nos unió.

Hoy despido a Iris Di Caro Castillo en un momento especial de nuestro país, de profunda crisis social, de graves situaciones violentistas  y de una pandemia, que nos impide estrechar las manos, estar juntos para los réquiems solemnes de quien fue Hija Ilustre de la ciudad, poetisa destacada, dramaturga premiada, profesora normalista, señora lucana distinguida y cariñosa colega.

De pequeño sabía de ella, porque era una titiritera que junto a Jaime Torres y otros hacia funciones en la UPECH y yo iba a ver esos espectáculos, conocía su voz, sus libretos…tendría 10 años.  A los 12 o 13 fui compañero de curso en el Liceo de Hombres de Iquique de su hijo Raúl, que falleció niño, fue terrible para nosotros, con mayor razón para sus padres… para mí era el hijo de la poetisa, de la que nunca había podido hablar con ella y veía llorar.  A los años, en 1973 el destino nos juntó como colegas en la Escuela Artística, ella hacía Teatro Escolar y yo Artes Plásticas… al tiempo ella se fue a trabajar a la Secretaría de Educación en el área de las artes, de allí se trasladó al sur y jubiló. En ese periodo dirigió su propia versión de Kuyaskay con un Taller que tenía con alumnos de Educación Media, ensayaba en los espacios de Digeder donde su esposo Manuel Álvarez Font era su director. Jóvenes estudiantes, sus alumnos-actores, eran Pedro Marambio, Abraham Sanhueza a quienes siempre acompañó, incentivó, guió por el camino del arte.  También formó el Coro Literario Icaiza con profesores, músicos, actores. Allí le aporté algunos poemas. Recuerdo que les diseñé y confeccioné el vestuario a todo su elenco, pintado a mano, lleno de cuculíes y cactus.

En los 90 hay un gran reconocimiento a sus trabajos literarios y a la dramaturgia relacionado a lo andino, a las leyendas del norte y su Kuyaskay gana un gran premio de la Universidad Católica y los teatristas del Teatro TENOR con Guillermo Jorquera a la cabeza, montamos la obra como una súper producción, financiada por Cormudesi. Me correspondió diseñar y confeccionar el vestuario de la obra y hacer el rol de Supay… ella estaba feliz a más no poder, grandes actores adultos, una producción de lujo y más encima invitados a Santiago a representarla en el Festival de Teatro del Parque Bustamente que organizaba la Universidad Católica. Era nuestra poetisa, se merecía este respeto y reconocimiento de los teatristas. No podía dejar de destacarse este premio, ni montarse “a lo pobre”.  Ella siguió escribiendo teatro sobre las leyendas, poniendo diálogos, valorando lo andino, lo aymara, lo quechua, la pampa, el tamarugo.

Iris poco a poco empezó a apagarse, estuvo muy enferma, ella escribía, Manuel rescataba su trabajo, conseguía recursos para difundirlo.  Se vuelve a levantar, recibe premios, reconocimientos. El tiempo nuevamente afecta su vida y disminuye su presencia en eventos públicos.

En esta época de los cinco minutos de fama, de la inmediatez de las redes sociales, comprobamos una triste realidad, es que los jóvenes, las nuevas generaciones, los menores de 35 años de las mismas áreas, de la literatura y del teatro no saben quién fue Iris.   No leen sobre la historia, creyendo que se escribe solo con su presencia.  De Iris, su legado, su trayectoria, sus trabajos están en la Bibliotecas Públicas, ha sido rescatada en páginas de los libros y en las imágenes de  diversos agentes culturales locales.

Ella es memoria que germinará en cada tamarugo de la pampa, donde sus cenizas volaron junto a la chusca que regará la camanchaca eternamente.

Te vas al sol Iris, maestra, colega, ídola.