Cuando llega el momento de valorar
la vida, en especial cuando hay que despedir a las personas que han vivido y
disfrutado de ella casi un siglo, uno
empieza a recordar cómo ha sido la interrelación con uno, cómo nos encontramos
en la línea del tiempo, caminamos o no juntos en ciertos propósitos, proyectos,
trabajos… en resumen buscamos lo positivo, lo que nos unió.
Hoy despido a Iris Di Caro
Castillo en un momento especial de nuestro país, de profunda crisis social, de graves
situaciones violentistas y de una
pandemia, que nos impide estrechar las manos, estar juntos para los réquiems
solemnes de quien fue Hija Ilustre de la ciudad, poetisa destacada, dramaturga
premiada, profesora normalista, señora lucana distinguida y cariñosa colega.
De pequeño sabía de ella, porque
era una titiritera que junto a Jaime Torres y otros hacia funciones en la UPECH
y yo iba a ver esos espectáculos, conocía su voz, sus libretos…tendría 10
años. A los 12 o 13 fui compañero de
curso en el Liceo de Hombres de Iquique de su hijo Raúl, que falleció niño, fue
terrible para nosotros, con mayor razón para sus padres… para mí era el hijo de
la poetisa, de la que nunca había podido hablar con ella y veía llorar. A los años, en 1973 el destino nos juntó como
colegas en la Escuela Artística, ella hacía Teatro Escolar y yo Artes
Plásticas… al tiempo ella se fue a trabajar a la Secretaría de Educación en el
área de las artes, de allí se trasladó al sur y jubiló. En ese periodo dirigió
su propia versión de Kuyaskay con un Taller que tenía con alumnos de Educación
Media, ensayaba en los espacios de Digeder donde su esposo Manuel Álvarez Font
era su director. Jóvenes estudiantes, sus alumnos-actores, eran Pedro Marambio,
Abraham Sanhueza a quienes siempre acompañó, incentivó, guió por el camino del
arte. También formó el Coro Literario Icaiza
con profesores, músicos, actores. Allí le aporté algunos poemas. Recuerdo que
les diseñé y confeccioné el vestuario a todo su elenco, pintado a mano, lleno de
cuculíes y cactus.
En los 90 hay un gran
reconocimiento a sus trabajos literarios y a la dramaturgia relacionado a lo
andino, a las leyendas del norte y su Kuyaskay gana un gran premio de la
Universidad Católica y los teatristas del Teatro TENOR con Guillermo Jorquera a
la cabeza, montamos la obra como una súper producción, financiada por
Cormudesi. Me correspondió diseñar y confeccionar el vestuario de la obra y
hacer el rol de Supay… ella estaba feliz a más no poder, grandes actores
adultos, una producción de lujo y más encima invitados a Santiago a representarla
en el Festival de Teatro del Parque Bustamente que organizaba la Universidad
Católica. Era nuestra poetisa, se merecía este respeto y reconocimiento de los
teatristas. No podía dejar de destacarse este premio, ni montarse “a lo
pobre”. Ella siguió escribiendo teatro
sobre las leyendas, poniendo diálogos, valorando lo andino, lo aymara, lo
quechua, la pampa, el tamarugo.
Iris poco a poco empezó a
apagarse, estuvo muy enferma, ella escribía, Manuel rescataba su trabajo,
conseguía recursos para difundirlo. Se
vuelve a levantar, recibe premios, reconocimientos. El tiempo nuevamente afecta
su vida y disminuye su presencia en eventos públicos.
En esta época de los cinco minutos
de fama, de la inmediatez de las redes sociales, comprobamos una triste realidad,
es que los jóvenes, las nuevas generaciones, los menores de 35 años de las
mismas áreas, de la literatura y del teatro no saben quién fue Iris. No
leen sobre la historia, creyendo que se escribe solo con su presencia. De Iris, su legado, su trayectoria, sus
trabajos están en la Bibliotecas Públicas, ha sido rescatada en páginas de los
libros y en las imágenes de diversos agentes
culturales locales.
Ella es memoria que germinará en
cada tamarugo de la pampa, donde sus cenizas volaron junto a la chusca que regará
la camanchaca eternamente.
Te vas al sol Iris, maestra,
colega, ídola.