domingo, noviembre 03, 2013

NO A LA SINIESTRA MANCHA



Carolina González A., interpretando a Conejín, en la obra "Las Pildoritas Mágicas de la Bisabuela" (Escuela de Espectadores 2011, Dirección Pierre Sauré C.)

El 11 de Septiembre de 1973, para mi fue un quiebre total de paradigma. Recién había empezado mi vida laboral como Profesor de Arte en la Escuela Artística de Iquique.

Viví la adolescencia a mediados de los 60 y comienzo de los 70, con plena influencia hippie del “Haga la paz. No a la Guerra”.  Ya  desde Tercero Medio (5to Humanidades) que  hacía teatro con Jaime Torres y ahora profesional nuevamente me reencontraba con él, quien era el Director de la Escuela Artística que quedaba en calle Barros Arana al fondo, donde iba y me venía a pie todos los días, mañana y tarde.  En ese caminar siempre hacía un descanso en  calle Tarapacá para ver los calzados de Casa Carlitos (Gandolfo), 600.000 mil Escudos, 880.000 mil Escudos un par (la inflación era enorme).  En mi pieza, en casa de mis padres de calle O’Higgins, había cubierto las paredes con poster  hechos por mí, en protesta a la Guerra de Vietnam y otros sobre el Ché Guevara, Sofia Loren, Kennedy y Dalí. 

Ese 11 en la mañana fui a trabajar como de costumbre, cuando alrededor del mediodía, Jaime dice “hubo Golpe de Estado y declaran toque de queda a las 3 de la tarde, váyanse altirito”. ¿Qué era eso?, ¿Cómo?.  La teoría y la experiencia en otros países uno la conocía, ¿pero a la “chilensis”, en vivo…? Caminé por Barros Arana, mire Tarapacá arriba y hacia abajo, todas las tiendas están cerradas, las personas caminan asustadas... había que llegar luego a la casa a encerrarse. 

Todos en mi familia muy asustados apegados a la radio y a los bandos, con noticias cada vez más tristes, más cercanas, eran las listas de detenidos o de quienes buscaban, entre ellos siempre había algún conocido o alguien que vivía cerca. Luego nos tomó el miedo y empezamos  con mi hermana a romper los poster, a botar los libros, a romper todo que insinuara cambios o revolución... a prevenir para que cuando al azar allanaran las casas -asi decían por la radio-   no nos culparan por haber nacido y vivido en libertad, o por expresarme con el arte, con el teatro. Por las esquinas se veían las piras de libros, hogueras que quemaban al fantasma de la creatividad.  Justo ese día 11 de Septiembre en Iquique, una universidad de Santiago, abría una nueva carrera “Instructor Teatral”,  sería mi complemento como Profesor de Educación General Básica.  Me había matriculado,  a las 6 de la tarde se iniciaban las clases, su director sería Guillermo Jorquera.  Nunca más se supo de la carrera y ahí quedamos los inscritos, a la deriva… con sueños frustrados.  Tanta pena, tanta injusticia, tanta ignorancia, las fogatas con libros en las calles, los muertos, los detenidos y las preguntas sin respuesta  ¿pero cómo...él?, ¿pero si ella…? Cada vez eran más a quienes se llevaban, uno sufría por los otros y tenía mucho miedo.  De torturas nada aún se sabía, solo de fusilamientos que la radio difundía corroborándolo con radios alternativas, la televisión  mostraba  imágenes para que “los malos recapacitarán”. 

Pasó el año y el 74 nos juntamos con Jorquera a hacer teatro, con horarios tempranitos por el toque de queda. Temas al comienzo light, luego con contenido social, se iba tentando el terreno, pero estábamos presentes.  Seguí en la escuela y el año 1974 me fui a vivir a Estocolmo, Suecia, intentar algo nuevo, no iba solo acompañaba a un amigo que se volvía a Europa y eso me daba seguridad.. Allá me daban el apoyo, hasta me ofrecíeron asilo, pero no correspondía en mi caso, no me aprovecharía del dolor de terceros, yo no buscaba eso, no era una figura pública, ni un dirigente de nada. Era sólo un joven profesor de arte, que se iniciaba como teatrero cuyas convicciones sociales y políticas estaban dentro de las cuatro paredes, ahora en esa pieza blanca, sin libros, sin poster, sin recuerdos, sin filosofía de las flores,  a la cual retorné dentro de un año.

El año 1975 escribí y se estrenó por el TIUN (dirigido por Jorquera) mi primera obra de teatro infantil “Las Pildoritas Mágicas de la Bisabuela”, con éxito increible, se montó varias veces.   En ella  todos sus habitantes (animalitos) eran libres, todos tenían derechos, existía la democracia, había participación ciudadana en un Bosque Ideal, donde la paz social había sido perturbada por la presencia de la siniestra “Mancha”[i], a la cual todos sus habitantes unidos logramos vencer con un rotundo “NO”.  Esta metáfora teatral también tiene casi 40 años.  Gracias al FNDR de cultura 2012 el texo hoy se encuentra en el libro ¡Y comenza la función!,  disponible en la Bibliotecas Públicas del país.

El actor Eduardo González de Akana Teatro, interpretando el rol de La Mancha, para la propuesta de la Escuela de Espectadores.

[i] La Mancha, personaje antagónico de la obra que habita al otro lado del Bosque Ideal, en el Bosque Tenebroso y que nadie invita a las fiestas pero siempre se hace presente, causando mucho daño ambiental.