Comentario del  documental  
por  Guillermo Ward
Psicólogo,  Mg. en RRHH, Dramaturgo.
“Setenta y cuatro metros cuadrados”  es un  documental que resume el proceso  de siete años, vividos por pobladores -en su mayoría
de la etnia mapuche-  de una toma en Valparaíso.
Quienes fueron incorporados a un novedoso proyecto de entregarles viviendas definitivas
insertándolos en un sector de clase media con viviendas progresivas, donde
ellos mismos de acuerdo a sus posibilidades experimentaran el cambio de estrato
social, lo irán manejando hasta transformarse en “clase media”.  ¿Interesante verdad?. 
¿Será posible
modificar nuestra clase social?, ¿Será posible culturalmente modificar nuestros
comportamientos a través de la vivienda?.  Alejandro Aravena (1967) arquitecto de la
Universidad Católica de Chile pareciera que así lo cree.   Sus obras incluyen edificios educacionales,
institucionales, museos, edificios corporativos
y públicos, vivienda multifamiliar y casas privadas, ha ganado premios
a nivel mundial.  Una maravilla. 
Los
iquiqueños conocemos esta experiencia arquitectónica iniciada con la Quinta
Monroy de la calle Salvador Allende. Por supuesto un proyecto destacado en muchas
revistas de arquitectura.   Solo que ahora
la pobreza esta encajonada en tres pisos, el hacinamiento se percibe  desde el exterior.    Entonces uno se cuestiona,  ¿Cuál fue su idea, si sigue “viéndose” la
Quinta Monroy como un sector pobre, a medio construir con materiales diversos?.
  Para los iquiqueños que nos hemos percatado
que esas construcciones corresponden  a
un destacado arquitecto, rápidamente pensamos que el diseño teórico sólo ha servido
para la foto, cuando sigue siendo un sector poblacional tipo “mediaguas”.
Este registro audiovisual  de la erradicación social  dirigido por Tiziana Panizza y Paola Castillo tiene
como protagonista a dos esforzadas mujeres Iselsa y Cathy  quienes decidieron ser parte de un proyecto
diseñado por líderes de la arquitectura social, que les entregará su casa
propia y las integrará a un barrio de clase media.  Además de ser un registro del proceso se pueden
inferir varias lecturas, una crítica al sistema por las demoras y tramitaciones,
poner en evidencia una falacia arquitectónica, develar nuestras conductas
sociales sobre cuán discriminadores y clasistas somos los chilenos con nuestros
propios pares, la difícil convivencia, las relaciones interpersonales, “los
cagüines”. 
Personalmente pienso que encerrarnos en
un mundo de 74 metros cuadrados no esconde la otra pobreza, la del ser humano,
tampoco creo que taparemos el sol con cajones y escaleras del premiado  Aravena  mejorando nuestro estándar de vida.  Sugiero que  antes de ver 74 M2  en la muestra mensual de MIRADOC, en la Sala Estibadores de
calle San Martin de Iquique, démonos una vuelta por la Quinta Monroy para co-construir
“la crítica social” de las realizadoras del documental que no queda claro en lo
absoluto.

