Carlos Villagra Gallardo, para mí será difícil de olvidar por varias razones, por su humor, por su altanería, por su brillante memoria, por sus personajes y por lo lúdico, como el engañarnos hasta el final con su edad, que si no es por el cura, seguiríamos creyendo que era el menor de todos nosotros. ¡Ese si fue un buen chiste!.
Lo recuerdo desde el
año 1975 (lo conocía de antes) cuando
actuó por primera vez en el TIUN (Teatro Iquique de la Universidad del Norte) en
 “Arsénico
y encaje antiguo” de E. Kesselring  dirigida
por Waldo Muñoz, después el 76 en “La Remolienda”
de Sieveking, en “Sigue la Estrella”
de Heiremans, “El Avaro” de Moliere,
“El  Abanderado” de Heiremans,  el año 77 en “Plaza Suite” de Neil Simons, y en “Las Pildoritas Mágicas de la Bisabuela” de mi autoría, donde además
de actuar juntos, compartimos roles con Tommy Rojas, Rosa Maria Pozo, Blanca
Romero y Jaime Bonelli (el colombiano).  
Desde ese año fue
el “rostro”,  no paró, fue  el protagonista de todas las obras del TENOR
hasta el año 1998, donde el TENOR baja su telón con 25 años de trayectoria.
El año 2002 Carlos dice
“vuelvo a renacer en la tablas”, lo
manifiesta en Youtube.com en un reportaje
a “Las Criadas” de Jean Genet donde vuelve actuar, pero esta vez en otro
contexto, otro formato.  Se notaba dolido
por la desaparición del TENOR, pero fácilmente se recupera con lo lúdico y la
mixtura del montaje de la Compañía Viola Fénix acompañado de  Eddie Ibar, Félix Manzo y de quien escribe,
formando un equipo cohesionado con el cual junto a Ricardo Espinoza viajamos invitados
a Los Temporales Teatrales de Puerto Montt, Valdivia, Ancud y otro lugares del
sur.  Diría que esa fue su última obra
teatral como tal, sin máscaras, representando a una de las psicóticas hermanas
Papins. Un excelente papel, fuerte, compenetrado, distinto, muy distinto al
teatro tradicional y naturalista al que estaba acostumbrado. Desde esta experiencia empezamos a ser  “amigos de verdad”,  a compartir la vida cotidiana, a comentar los
viajes, a reírnos de las circunstancias, a querernos,  hasta encontrarnos los cuatro (Félix, Ricardo,
Carlos y yo) en febrero del 2012 en Barcelona, -su último viaje-  recorriendo
las ramplas, las champañerías comiendo butifarras… de ese viaje no se levantó
más…
Sin egoísmos  me comentó una vez que vida de los demás debía
continuar y sobre todo la de quienes más quería, a quienes siempre protegerá, sus
“niños”, Toñito y Ricardo. 
Así lo veo ahora después
de un carrusel de emociones, como un vigía sentado al borde del escenario
celestial, con un catalejo,  como “Don
Mandamás” de “La cueva de las máscaras
rotas”,  mirando en HD todo lo que
pasa acá abajo,  para comentárselo a Fernando,
a Dennis,  a Jaime, a Litto, a Daniel, a Peli,
 a Pato, a Teresa, a Tommy, a Sonia, a Reinaldo
quienes descansan en paz. Es su turno para que nuestro barco no naufrague y la
flor siempre se riegue.