lunes, septiembre 28, 2009

El olor a sandía

En un mundo que cambia día a día, donde se está más conectado unos con otros, surgen los temores de perder nuestras diferencias, a ser tan iguales y homogéneos como una masa sin forma, ni rostro, incluso como una gran mancha voraz. La respuesta a los temores de falta de identidad, surge como estrategia la glocalización, el estar inserto en lo global sin perder lo propio, lo local, lo que nos diferencia unos de otros a pesar de ser un todo.
Frente a esta problemática que evidentemente interfiere en el mundo de los negocios y de las economías globales nace la preocupación a nivel nacional sobre nuestra identidad, ¿quiénes somos?, ¿cuál es nuestra marca, nuestra diferencia en el concierto de países latinoamericanos?
Para lograr tener una respuesta a esta inquietud vinculada con la inversión, políticas gubernamentales y de desarrollo se ha estado trabajando en base a la co-construcción de los perfiles regionales, lo que ha permitido que en nuestra ciudad bajo la responsabilidad de la SUBDERE en conjunto con la comunidad y el Centro de Estudios Regionales Isluga de la UNAP se lleven a cabo distintos trabajos, estudios y conversatorios para saber como somos los iquiqueños. ¿Somos iquiqueños desde el Loa hasta Pisagua o tarapaqueños desde oeste a este, mar a cordillera?. ¿Nuestra marca es el Gigante de Tarapacá?, ¿es el desierto territorio de Tarapacá o de Atacama?, ¿es el dragón celeste nuestra imagen?.
El antropólogo José Bengoa en una reciente conferencia sobre el tema resumió que estamos llenos de mitos, mitos y ritos por todos conocidos de antemano, de lo que fuímos, ¿pero qué somos?, ¿Seguir viviendo de los recuerdos para hacernos un cuerpo?. El “Iquique, Tierra de Campeones”, es pasado, ya no lo somos; pampinos ya fuimos, hoy no lo somos, y así el académico nos fue desnudando en nuestra identidad, tan bien construida por quienes están haciendo este estudio. Capas y escamas que no han dejado ver el alma, la esencia, el olor a sandía del mar que baña la costa, el colorido de los rojos, verdes, amarillos del vestuario de “bailes” de La Tirana, el cielo celeste (jamás azul y despejado) que nubla nuestro temperamento con cansancio que invita a la siesta.

Me dio la sensación que quiso decirnos que lo que hemos hecho es mirarnos sólo el ombligo ¿Y los otros que opinan de nosotros? preguntó. ¿Nos hemos encapsulados y nos hemos mirados sólo entre nosotros mismos, con los mismos cuentos, la misma gente?, ¿A qué tenemos miedo?. Lo que presiento -tristemente- es que el estudio ya terminó y el libro saldrá del horno sin decirnos que la forma tiene esencia y que es el aroma a sandía lo que nos hace ser diferentes. El paisaje influye.