Hasta los años 60 los barrios eran parte activa en la convivencia ciudadana, las personas se sentaban en las puertas de sus casas “a tomar el fresco”, conocían a cada uno de los vecinos que vivían en su “cuadra”, incluso para las fiesta publicas como el carnaval, el 21 de mayo, el 18 de septiembre y el año nuevo, se arreglaban y enguirnaldaban las cuadras, se ponían mesas en las calles y se compartía jugando a la “chaya”, unas empanadas o abrazándose y deseándose los buenos augurios para el año siguiente, y esto era conociéndose o no.
Así era la convivencia en los barrios, en las cuadras. Las calles eran más amplias, las casas tenían grandes patios, los patios tenían gallineros, conejos y patos los cuales se sacrificaban para los cumpleaños o éstas fiestas comunitarias. En los 70-80 la historia cambio por el “toque de queda” donde nadie podía compartir en sus puertas y se empezó a desconfiar del otro, de su vecino, -incluso hasta de sus “amigos”-. Las casas se achicaron y las calles se empezaron a estrechar, “florecieron” las villas, los condominios, los conjuntos habitacionales. Las grandes aceras y veredas se transformaron en pasajes. Esos pasajes donde la vereda sirve para estacionar los autos, que generalmente son más grandes que las fachadas de 6 metros de las casas, donde los vecinos se estacionan en cualquier parte, en los portones, en las puertas de entradas sin dejar los accesos libres. Donde las alarmas de los autos despiertan a todos los vecinos a cualquier hora de la noche, porque generalmente los autos quedan en la calle, ya que los espacios para esto –llámese: entrada de auto o garaje – incluido dentro de los 6 metros de frente, se han transformado en “un ingresito”, consistente en unas pequeñísimas casas que se arriendan -incluso más cara que el dividendo de la “básica”- a quien sea, por lo tanto estos nuevos “vecinos” pueden tomar cervezas en la calle, hacer parrilladas en la calle, llenar el pasaje con los autos de sus amigos, traer sus mascotas.
Y así se empieza a compartir con “desconocidos”, ya que los dueños que postularon a las casa PET, (debido a que no tenían casa, -pero si las tenían-) han vivido solo un año en ellas y luego las han arrendado, por lo cual uno tiene siempre a distintos arrendatarios de vecinos.Por otro lado los que siempre han vivido en la villa o conjunto han transformado sus casas en verdaderas fortalezas, ampliándolas o comprado la de al lado y transformándola en casas ABC1 o en un edificio comercial -sin estacionamiento- lo que ha aumentado la plusvalía del sector, pero con los hábitos “del sin respeto” o “es mi casa, mi espacio y hago lo que quiero” la convivencia con desconocidos se trasforma en el atropello a los derechos de los demás. Los perros también es uno de los temas de este convivir ciudadano. La mayoría los tiene. Diríase casi todos tienen perros y otros gatos, que durante el día deambulan por la calle orinando los autos y las entradas de las casas vecinas y dejando sus “zurullos” desperdigados por el pasaje. Y no son perritos, son afganos, bóxer, siberianos, verdaderos caballos por lo grande. Los gatos son las mascotas que viven en los patios vecinos y en los techos de los otros, orinándolo todo, impregnado los hogares ajenos con su penetrante orín. Es bonito tener mascotas, pero responsablemente, entregándole el espacio adecuado, el cuidado adecuado y el respeto a terceros. Otro tema es el derroche del agua, que corre por los pasajes como ríos desencausados. Las piscinas de plástico de 2x2 instaladas en los pequeños antejardines que sirven a los niños para capear el calor, pero que se vacía el agua sucia en el pasaje como verdaderos ríos, que se unen a otros ríos de quienes lavan a manguerazos sus autos (generalmente Terranos 4X4 o Combis) deteriorando el pavimento y formándose enormes hoyos, sumándose a los “lomos de toros” -3 hasta 6 en una calle- de tamaños y alturas diversas e instalados al criterio del que quiso que sus niños jugaran fútbol en el pasaje, peloteando los autos, los portones e introduciéndose las pelotas en los antejardines ajenos.
Podría existir un “Manual de Convivencia Ciudadana” me dijo una vez una amiga que ha tenido que soportar mucho más de la realidad planteada, donde el tema de la basura es cuento aparte, con esos “perritos” o con esos vecinos en que los dos trabajan todo el día y llegan cansados, donde el cansancio les impide barrer la vereda o recoger los desperdicios de sus propios perros o su propia basura tirada como quién siembra mugre. Esta bien subir los muros de los antejardines, cubrirlos con madera y ponerles púas para autoprotegerse de la delincuencia, pero el pasaje es un bien compartido que nos beneficia a todos, es una vía de evacuación en caso de emergencias, los animales son propiedad privada.
En la “modernidad”, vivir en comunidad es tener “algo en común”, aunque sólo sea el pasaje -ya que los vecinos cambian como pan caliente- y cada uno, como ciudadano debiera tener instalado en su disco duro un programita sobre el buen vivir, sin perjudicar a terceros, algo así como “El Manual de Carreño del vecino esporádico”. Podrá subir la plusvalía del sector habitacional, el pasaje podrá llenarse de casas bonitas, pero el “plus” del barrio o villa se refleja en la imagen del pasaje. Mi vecina, la más cuica, me dijo un día: "Dime como es tu pasaje y te diré quien eres”, ya que en mi pasaje -en una de esas villas de “casitas” PET-, donde viven profesionales, docentes, empresarios, secretarios ministeriales, etc., pasa exactamente lo mismo y tienes que aceptarlo porque es lo que te tocó no más.
