El transformismo es una habilidad que no todos los que se dedican al espectáculo nocturno tienen. Es un "arte", un arte mágico, como el un mago, para esconder o hacer aparecer presas voluptuosas. Es un conocimiento de su propia anatomía para saber donde llenar con esponja, donde undir y aplanar con huincha scotch. Saber con cuantos pares de media esconder los vellos o el espesor del jabón humedecido para esconder las cejas. Así, cada fin de semana varios ellos, se van transformando en ellas, algunas bellas y otras de miedo, pero al fin y al cabo ellos se creen ellas. Caminan como ellas, hablan como ellas, se visten como ellas y se llaman como ellas. Y aquí ésta el cuento con la identidad, con sus orígenes chilenos, pampinos, aymaras... es una razón más profunda que el mismo transformarse en lo que "no soy y quiero ser", ya que nadie con esta nueva vida, de noche, de show, es la Maria Pérez ni la Juana Gónzalez, menos ser Mamani, Huitrilao, Millán, Caucoto o Condori. Porque después de mucho buscar, mucho dialogar nace lo europeo, la diva, la artista, la única, la mujer ideal, de nombre y apellido rebuzcado: Barbara Mozzo, Josefa Nazar, Chantal Montesquiu, Isidora Ferrer, Estrella Fox, Vivianne Wentishouse, Aurora Chanel, Katiuska Molotov,Camila Erickson... son como nombres de fantasía para un juego de mucha verdad.