martes, junio 01, 2010

La Casa de los Espíritus: una casa sin magia.

Desde que se supo que se estrenaría en la ex oficina Humberstone “La Casa de los Espíritus” en su versión teatral me llamó mucho la atención y deseaba estar presente en ese evento.
Como la gran mayoría de los chilenos leí hace mucho tiempo el libro de nuestra best-seller nacional, lleno de magia, de metáforas. Muchas hojas que encubrían nuestra historia para no contarla tan fría y crudamente, creo que así lo decidió Isabel Allende, quizás muy influencia por los “Cien Años de Soledad” de García Márquez. Luego Hollywood hace su alba versión -tipo mezcla de Gran Gatsby y Cotton Club- con un elenco de primer nivel, pero fue tan alba que no calentaba, muy gringa y distante. Por eso mis expectativas eran grandes para el teatro, otro formato.

Montarla en el antiguo e inhabilitado escenario del Teatro de Humberstone era un desafío. La noche llena de estrellas, el poblado iluminado de la calidez de rojos tachos, personajes del pasado que te salían al encuentro, prostitutas que te invitaban a sus aposentos, pechoñas en la iglesia, trabajadores paseándose por la plaza. Eran los fantasmas del salitre que cobraban vida para acoger a los espíritus de Isabel que la catapultaron a la fama.

La sala llena, platea, galería, un público selecto (sólo invitados) y comienza la función sin rodeos. Una puesta en escena minimalista apoyada por la tecnología del audiovisual que te sugería todo, la época, el espacio, que te ilustraba con frases breves entretelones y los episodios. La música adecuada, no interrumpía, apoyaba. La obra no necesitaba de otros códigos, era lo medular, lo que quiso decir, lo que nos quiso contar la novelista y lo disfrazo tanto. Acá gracias a Caridad Svich (Dramaturga norteamericana) la cosa fue pan pan y vino vino, sin dobleces, abofeteando a muchos de los asistentes.

La actuación de Melo y su metamorfosis de actor experimentado, retrató a un desgraciado Trueba que lo único que uno quería era que la vida lo “cagara por vaca” y así fue. Me emocioné hasta las lágrimas con Blanca Lewin quien comienza narrando la historia torturada por ese familiar huacho de su abuelo y termina “cantándole las cuatro verdades" al viejo maldecido por su hermana. Triste. Esa fue nuestra realidad histórica, la realidad de algunas familias. Las canciones y el perro títere dan ritmo y alivianan la carga, Férula da pena muy bien caracterizada por Coca Guazinni que debe ser más hombruna. Destaco la admirable figura -más que cincuentona- de Loreto Valenzuela, una Tránsito que lo detiene y saca parte.

Como todo elenco que debe reconocer sólo en pocas horas el espacio escénico hay algunos baches, faltaba afiatamiento. Muy baja la voz de Gabriela Medina y el hijo de Julio Jung muy débil, sin fuerza dramática, ni prestancia escénica. El hace del malo y es malo.
Conociendo la trayectoria de Ana María Palma (hermana del gerente de Collahuasi) reconocida como “pepepata” (cuica) es y siempre ha sido una excelente productora, se consigue buenos textos, buenos auspicios (Ley de Donaciones ¿Cuánto habrá costado esta producción para su hermano?), pero es como las antiguas actrices del Teatro Móvil donde ya “pasaditas en años” siempre hacen los papeles de Damita Joven, cuando a la vista y oído del espectador hay un desfase enorme. La magia del personaje de Clara, no estaba en ella, quien para nada era etérea ni volátil. No es la actriz adecuada para hacer papeles “regresivos”, volver a la niñez y de allí a su edad actual, no, no y no. Hace años la vi en La Nona, ella la produjo, se consiguió el texto y por supuesto hizo la jovencita. Sigue igual. Si Caridad quiso rescatar la magia en su dramaturgia del personaje de la Allende, al director José Zayas no le quedó otra que recurrir a ella, ya que mirando bien la fotografía del folleto es otra actriz quien hace de Clara. Es de esperar que sea así (Es mi consuelo).
La obra, el montaje y la adaptación muy buena, un complemento para el texto que gana mucho con esta puesta en escena que deben ver todos los estudiantes. Un siete a pesar de los reparos.