domingo, diciembre 24, 2006

Leyendas de navidades...

Cuenta el periodista Alejandro Dolina que, en Buenos Aires, en la población de Flores, todos conocen la aguda polémica que suele encenderse para este día. Los Refutadores de Leyendas cumplen horarios especiales y desatan una intensa campaña tratando de esclarecer a los niños la verdadera identidad del Viejo Pascuero.

Reconozcamos que los argumentos suelen ser sólidos. Por ejemplo: a) es improbable que el Viejo Pascuero visite todas las casas del mundo en una sola noche; b) resulta difícil admitir que pueden acarrear en sus sacos centenares de millones de juguetes; y c) los regalos no parecen muy mágicos, sobre todo por el precio.

Los Hombres Sensibles contrastan subrayando el valor de las ilusiones, las virtudes de la imaginación, y complican la discusión al agregar a la misma al Ratón Pérez (que deja plata debajo de la almohada, si le ponemos un diente de leche), al Conejo que trae Huevos de Pascua, a la capacidad de cumplir deseos que tienen las Estrellas Fugaces.

Esta Nochebuena es una Nochemala para los Refutadores de Leyendas; porque nosotros sabemos que no existe el Viejo Pascuero, pero dudamos. Vemos tantas veces falta de valores, que necesitamos que una noche al año aparezca. Y si, realmente, deberíamos estar dispuestos a inventarlo. ¿Qué virtud encierra creer en lo evidente? nos pregunta Dolina. Cualquier tonto es capaz de suscribir que existen las cafeteras y los adoquines. En cambio se necesita cierta estatura para creer lo que no es demostrable y, más aun, en aquello que parece oponerse a nuestro juicio.

Es triste ser Refutador de Leyendas. La incredulidad es, según parece, la sabiduría que se permiten los hombres vulgares, dice Dolina. Nosotros resolvimos apostar una vez más por las ilusiones. Por eso confesamos sin pudor haber escrito nuestras cartitas. El escritor Manuel Mandeb, Zoran Geert, y muchos otros (entre los que estarás tú, seguramente) colocarán su cartita cerca del arbolito esta noche.

Mandeb no olvida de ponerlos cada año, sostiene Dolina (que lo conoce bien). Aunque nunca le dejaron nada, es cierto. Pero el hombre suponía que esto obedecía a su conducta, no siempre intachable. En los días previos, las señoras de la población creían notarlo amable y compuesto. Quizá no eran suficientes esos méritos de compromiso. No es fácil engañar al Viejo Pascuero.

Esta historia fue enviada por:
Oscar Ochoa, Psicólogo
VicerrectorPosicionamiento Estratégico
UNIVERSIDAD DE TARAPACA