Presentación de
libro "Trilogía de la Memoria"
de Iván Vera-Pinto Soto
Sala Veteranos del 79
17 de mayo 2016
Por Guillermo Ward Gómez
Dramaturgo, Psicólogo, Magister RRHH
Miembro de la Academia Chilena de Bellas Artes
Difícil es la tarea encomendada cuando uno es una
persona de teatro, actúa, dirige, escribe teatro, y además es psicólogo. Por lo tanto la objetividad será casi nula. Uno
todo lo quiere analizar para encontrarle las cinco patas al gato. Por otra
parte ambos somos iquiqueños, hay una carga emocional, historia de vidas
compartidas, experiencias... y sobre todo conocimiento de la trayectoria por estar mucho tiempo en la misma senda
artística.
A Iván lo conozco desde hace como 45 años atrás,
ambos buscábamos nuestro camino en el arte. Mi primer recuerdo es cuando él, junto
con otros jóvenes formaban el Teatro de la CUT, Ana Marambio, Jesús Núñez y
Nesko Teodorovic. Jóvenes contestatarios, rupturistas, con una postura
sociopolítica definida, quienes habían encontrado
en Grotowski el modelo para hacer teatro social, comprometido. El teatro pobre,
sin nada, pura “expresión”. Fui a ver uno de sus ensayos, todos vestidos de
negro se juntaban en el Salón de Actos del Instituto Comercial… así supe
quienes eran. Algunos teníamos las mismas raíces de encuentro y formación con
Jaime Torres Lemus con quien, al igual que ellos que tenían su grupo, yo integraba
parte de la Agrupación de Jaime Torres y Cecilia Millar, que hacían teatro
tradicional… que por supuesto era él no
le que gustaba a Iván… No pasó mucho tiempo, de ellos evidentemente no supe
nada más. Sería ilógico ser contestatarios en pleno año 1973.
Iván se va de
Chile por varios años y regresa aún en dictadura, pero con una mordaza, y sigue haciendo teatro patrocinado, controlado,
mesurado hasta que nuestro país vuelve a la normalidad. Entonces su represión histriónica
aflora, vocifera, empieza a poner en escena los textos que ahora si desea y puede montar, hay libertad. Pero… este renovado espacio
de expresión y de comunicación representando historias de otros, vivencias de
otros no le basta para expresarse y empieza a escribir, a escribir compulsivamente
como si el mundo se fuera a acabar, empieza a publicar, a dejar registros
impresos -algo muy importante por lo fugaz de la puesta en escena-, no quiere dejar nada en el olvido, quiere
decirlo todo, todo lo que no pudo decir.
Aproximadamente serán 10 años de ebullición donde
su memoria recorre todos los espacios de este intrincado laberinto de la raza
humana, encontrándose con historias y personajes que afloran de ese imaginario
personal y colectivo, desde su biografía, desde sus experiencias vividas, de
los escondrijos de esta sala, de sus tertulias solitarias y paranoicas con los
fantasmas de los veteranos del 79, de don Willy, de Nesko, de su intimidad
personal, solitario encerrado
escribiendo y escribiendo… como el mismo lo dijo hace una semana atrás, en un
conversatorio que tuvo con los alumnos de la Escuela Artística Violeta Parra;
los demás dicen “el Vera-Pinto está loco,
se encierra solo en la sala por horas”, si
es verdad. Y completó diciéndoles en ese homenaje que se le hizo por el
Día del Teatro “allí me siento seguro, es mi casa, me siento protegido”
Para escribir acerca de un autor, hay que conocer
no solo su obra, hay que conocer su entorno, su contexto social, su
trayectoria, su vida, por lo mismo no se puede ser objetivo, ni frio, ni
quedarnos solo con lo escrito en el papel, porque un texto teatral es mucho más
que un papel. Están los subtextos, los hipertextos, los análisis dramáticos,
sociológicos y psicológicos de los personajes, está lo proyectivo.
Quien se aventura a que otro par lo presente
corre el riesgo a que lo desnuden en escena, pero los teatristas corremos este siempre
este riesgo de encontrarnos en el límite. Cada montaje teatral es adrenalina
pura, siempre debemos estar alertas cognitivamente, emocionalmente
estables, luchar con nuestra memoria,
con los lapsus mentales, los fursios, los pánicos escénicos como también con la critica cínica y despiadada de los pares
más allá del estreno y del palmazo “¡tienes
buena voz, ah!, felicitaciones”.
El concepto de trilogía
se emplea para nombrar a una serie compuesta por tres
obras de un mismo autor que, por alguna
particularidad, se consideran como una unidad, pueden estar relacionadas por el argumento o los personajes.
Las
razones por las que un escritor opta por una trilogía pueden ser muy diversas:
para abordar tres aspectos o dimensiones de una realidad, de tipo comercial, como
una estrategia de comunicación editorial o porque el éxito de una historia va
seguida de una segunda y una tercera. En cualquier caso, no hay un motivo
específico. El ejemplo de donde proviene este concepto de “trilogía” es
especialmente ilustrativo, ya que fue en
Grecia en el siglo V A.C. con la Orestíada
de Esquilo, ganadora del certamen literario en honor a Dionisos, porque
en este concurso los autores debían presentarse con
tres obras cada uno para rendirle homenaje.
Por
otra parte el concepto de “memoria” se ha consensuado para definir todas las acciones que involucran situaciones
de vulneración de los Derechos Humanos, en situaciones políticas de represión,
con el objetivo que estos hechos no se olviden, estén presentes, siendo parte
de nuestro patrimonio intangible de hechos dolorosos que debemos mitigar, pero
no olvidar, por eso la memoria debe nutrirse, estimularse y registrarse.
Estos
dos conceptos están presentes en este compendio de tres obras teatrales, que
tal como las define el propio Vera-Pinto es “literatura dramática”, no solo
teatro para ser montado, si no leído. Esa es la razón porque los diálogos, son
más bien soliloquios con la sombra, los espacios o los escenarios donde suceden
no son escenografías circunscritas al espacio escénico del 6 x 8 metros
cuadrados, hay mayor amplitud de desplazamientos, que escapan a la
infraestructura teatral, haciéndolos cinematográficos, como guiones
audiovisuales.
En
los tres textos nos encontramos con elementos comunes, el padre o quien
representa el poder es un tirano, un ser repulsivo o loco desinhibido que se
enfrenta y es encarado por sus hijos, en este caso son las hijas que enfrentan
al padre en una suerte de Edipo no resuelto. Nos encontramos con un mundo interior culposo, sórdido, encerrado en
cuatro paredes que coexiste con un mundo
exterior bullicioso, donde la música está presente, la opera, la canción
popular o las algarabías de las revueltas ciudadanas. Los protagonistas son
hombres con doble cara, con antifaces que el tiempo los desenmascara, que han
hecho sufrir a otros y que solo escapan a su destino por la muerte o la locura.
Esta
Trilogía de la Memoria de Iván Vera-Pinto -por
lo crudo de algunos pasajes, por las relaciones humanas sórdidas- donde la mujer es vista como un objeto de
lujuria y mal trato, se resuelve desde la moralidad judeocristiana y aceptable justificación
social. Definitivamente el padre con “el alma negra y el corazón atravesado de
cuchillos traicioneros”, no es el verdadero padre, si no la representación
del poder en nuestra sociedad, “sin
omitir que los argumentos son realidades imaginadas de este ferviente contador de historias que persigue su propio
sendero”(Iván Vera-Pinto).