viernes, mayo 20, 2016

TRILOGÍA DE VERA-PINTO


Presentación de libro "Trilogía de la Memoria"
de Iván Vera-Pinto Soto
 Sala Veteranos del 79
17 de mayo 2016


Por Guillermo Ward Gómez
Dramaturgo, Psicólogo, Magister RRHH
Miembro de la Academia Chilena de Bellas Artes


Difícil es la tarea encomendada cuando uno es una persona de teatro, actúa, dirige, escribe teatro, y además es psicólogo.  Por lo tanto la objetividad será casi nula. Uno todo lo quiere analizar para encontrarle las cinco patas al gato. Por otra parte ambos somos iquiqueños, hay una carga emocional, historia de vidas compartidas, experiencias... y sobre todo conocimiento de la trayectoria  por estar mucho tiempo en la misma senda artística. 

A Iván lo conozco desde hace como 45 años atrás, ambos buscábamos nuestro camino en el arte. Mi primer recuerdo es cuando él, junto con otros jóvenes formaban el Teatro de la CUT, Ana Marambio, Jesús Núñez y Nesko Teodorovic. Jóvenes contestatarios, rupturistas, con una postura sociopolítica definida,  quienes habían encontrado en Grotowski el modelo para hacer teatro social, comprometido. El teatro pobre, sin nada, pura “expresión”. Fui a ver uno de sus ensayos, todos vestidos de negro se juntaban en el Salón de Actos del Instituto Comercial… así supe quienes eran. Algunos teníamos las mismas raíces de encuentro y formación con Jaime Torres Lemus con quien, al igual que ellos que tenían su grupo, yo integraba parte de la Agrupación de Jaime Torres y Cecilia Millar, que hacían teatro tradicional…  que por supuesto era él no le que gustaba a Iván… No pasó mucho tiempo, de ellos evidentemente no supe nada más. Sería ilógico ser contestatarios en pleno año 1973. 

Iván se va de Chile por varios años y regresa aún en dictadura, pero con una mordaza, y sigue haciendo teatro patrocinado, controlado, mesurado hasta que nuestro país vuelve a la normalidad. Entonces su represión histriónica aflora, vocifera, empieza a poner en escena  los textos  que ahora si desea y puede  montar, hay libertad. Pero… este renovado espacio de expresión y de comunicación representando historias de otros, vivencias de otros no le basta para expresarse y empieza a escribir, a escribir compulsivamente como si el mundo se fuera a acabar, empieza a publicar, a dejar registros impresos -algo muy importante por lo fugaz de la puesta en escena-,  no quiere dejar nada en el olvido, quiere decirlo todo, todo lo que no pudo decir.  

Aproximadamente serán 10 años de ebullición donde su memoria recorre todos los espacios de este intrincado laberinto de la raza humana, encontrándose con historias y personajes que afloran de ese imaginario personal y colectivo, desde su biografía, desde sus experiencias vividas, de los escondrijos de esta sala, de sus tertulias solitarias y paranoicas con los fantasmas de los veteranos del 79, de don Willy, de Nesko, de su intimidad personal, solitario  encerrado escribiendo y escribiendo… como el mismo lo dijo hace una semana atrás, en un conversatorio que tuvo con los alumnos de la Escuela Artística Violeta Parra; los demás dicen “el Vera-Pinto está loco, se encierra solo en la sala por horas”, si  es verdad. Y completó diciéndoles en ese homenaje que se le hizo por el Día del Teatro  allí me siento seguro, es mi casa, me siento protegido”

Para escribir acerca de un autor, hay que conocer no solo su obra, hay que conocer su entorno, su contexto social, su trayectoria, su vida, por lo mismo no se puede ser objetivo, ni frio, ni quedarnos solo con lo escrito en el papel, porque un texto teatral es mucho más que un papel. Están los subtextos, los hipertextos, los análisis dramáticos, sociológicos y psicológicos de los personajes, está lo proyectivo. 

Quien se aventura a que otro par lo presente corre el riesgo a que lo desnuden en escena, pero los teatristas corremos este siempre este riesgo de encontrarnos en el límite. Cada montaje teatral es adrenalina pura, siempre debemos estar alertas cognitivamente, emocionalmente estables,  luchar con nuestra memoria, con los lapsus mentales, los fursios, los pánicos escénicos como también con  la critica cínica y despiadada de los pares más allá del estreno y del palmazo “¡tienes buena voz, ah!, felicitaciones”. 

El concepto de trilogía  se emplea para nombrar a una serie compuesta por tres obras de un mismo autor que, por alguna particularidad, se consideran como una unidad, pueden estar relacionadas por el argumento o los personajes.

Las razones por las que un escritor opta por una trilogía pueden ser muy diversas: para abordar tres aspectos o dimensiones de una realidad, de tipo comercial, como una estrategia de comunicación editorial o porque el éxito de una historia va seguida de una segunda y una tercera. En cualquier caso, no hay un motivo específico. El ejemplo de donde proviene este concepto de “trilogía” es especialmente ilustrativo, ya que  fue en Grecia en el siglo V A.C.  con la Orestíada de Esquilo,  ganadora del  certamen literario en honor a Dionisos, porque  en este  concurso los autores debían presentarse con tres obras cada uno para rendirle homenaje.  

Por otra parte el concepto de “memoria” se ha consensuado para definir  todas las acciones que involucran situaciones de vulneración de los Derechos Humanos, en situaciones políticas de represión, con el objetivo que estos hechos no se olviden, estén presentes, siendo parte de nuestro patrimonio intangible de hechos dolorosos que debemos mitigar, pero no olvidar, por eso la memoria debe nutrirse, estimularse y registrarse.

Estos dos conceptos están presentes en este compendio de tres obras teatrales, que tal como las define el propio Vera-Pinto es “literatura dramática”, no solo teatro para ser montado, si no leído. Esa es la razón porque los diálogos, son más bien soliloquios con la sombra, los espacios o los escenarios donde suceden no son escenografías circunscritas al espacio escénico del 6 x 8 metros cuadrados, hay mayor amplitud de desplazamientos, que escapan a la infraestructura teatral, haciéndolos cinematográficos, como guiones audiovisuales.

En los tres textos nos encontramos con elementos comunes, el padre o quien representa el poder es un tirano, un ser repulsivo o loco desinhibido que se enfrenta y es encarado por sus hijos, en este caso son las hijas que enfrentan al padre en una suerte de Edipo no resuelto. Nos encontramos con un mundo  interior culposo, sórdido, encerrado en cuatro paredes que coexiste  con un mundo exterior bullicioso, donde la música está presente, la opera, la canción popular o las algarabías de las revueltas ciudadanas. Los protagonistas son hombres con doble cara, con antifaces que el tiempo los desenmascara, que han hecho sufrir a otros y que solo escapan a su destino por la muerte o la locura. 

Esta Trilogía de la Memoria de Iván Vera-Pinto -por lo crudo de algunos pasajes, por las relaciones humanas sórdidas-  donde la mujer es vista como un objeto de lujuria y mal trato, se resuelve desde la moralidad judeocristiana y aceptable justificación social.  Definitivamente el padre con “el alma negra y el corazón atravesado de cuchillos traicioneros”, no es el verdadero padre, si no la representación del poder en nuestra sociedad, “sin omitir que los argumentos son realidades imaginadas de este ferviente contador de historias que persigue su propio sendero”(Iván Vera-Pinto).